¡Compartir es mejorarnos!
Aquí llega el desenlace del sensacional viaje por tierras lanzaroteñas. Coincidencias del destino, hoy lunes me hallo muy cerca de esta isla. En concreto, en Tenerife, isla canaria de gran importancia donde, por ejemplo, se puede encontrar el punto más alto de España (el pico del Teide).
Pero de eso ya hablaré en otra ocasión.
Hoy voy a compartir contigo el último día (+ el día de vuelta a Dublín) que tuve la enorme suerte de disfrutar en Lanzarote. Sumérgete por unos minutos en un clima paradisíaco y de Naturaleza total.
Déjate atrapar por tu imaginación.
Empezamos.
DÍA 3: PLAYA DE LOS POCILLOS, VALLE DE LA GERIA, PARQUE NATURAL DE TIMANFAYA, LAGUNA Y SALINAS DE JANUBIO, LOS HERVIDEROS, CHARCO DE LOS CLICOS Y PLAYA DEL PAPAGAYO
Playa de Los Pocillos
Con un Sol radiante amaneció este tercer día (el primero que no llovió) y tras el desayuno en el hotel invertí mi tiempo en un buen paseo por las arenas de la Playa de Los Pocillos. La playa no es espectacular, pero sí muy tranquila y relajante.
Estaba prácticamente vacía, con un silencio sólo interrumpido por el siempre gustoso aleteo de las olas del mar sobre la orilla, lo que acrecentaba el interés del paseo. Después de esas decenas de minutos de relajación y cuasi-meditación, Timanfaya me esperaba.
Aconsejaría ir por el camino marcado con flechas rojas en la siguiente imagen (girando a la derecha antes de llegar a Uga), ya que de esta forma se puede contemplar desde el coche una obra que se podría considerar totalmente alienígena: el valle vinícola de La Geria.
Valle de La Geria
Y digo obra porque eso no está ahí por casualidad, ni por naturaleza. El cultivo de esa zona quedó sepultado por las erupciones de Timanfaya entre 1730 y 1736. Las escasas lluvias obligaron al agricultor a agudizar su ingenio para poder obtener de la tierra lo necesario con el fin de subsistir en un medio hostil y adverso.
El labrador se alió con la adversidad utilizando la propia ceniza volcánica totalmente natural de la zona para aumentar el rendimiento de los cultivos al emplearla como un manto que permite el paso de la humedad durante la noche y que impide durante el día que el agua se evapore por la acción del Sol.
Así cavaron hoyos en la ceniza volcánica hasta dar con la tierra vegetal, protegiendo las vides del viento mediante pequeños muros semicirculares de piedra. Una verdadera obra de arte.
Pero lo que hace extraterrestre este valle es el insuperable número de oquedades realizadas manualmente para conseguir la supervivencia de dichas vides. De esta forma nacen los geniales vinos blancos de Lanzarote, de la conocida uva malvasía.
En otras localidades donde no existe ceniza volcánica, se utiliza el mismo método, pero trasladando la ceniza a la zona, lo que se conoce como el método del «enarenado«.
Aquí, unas acertadas palabras de Manrique:
«Teníamos que recoger y aprender de nuestro propio medio, para crear, sin tener que partir de ninguna idea establecida. Ésta ha sido la razón fundamental que ha reforzado la personalidad en Lanzarote. No teníamos que copiar a nadie. Que vinieran a copiarnos. Lanzarote enseñaba esa alternativa».
Una vez asombrado de la inmensa área que abarca esta obra, que se podría comparar con los famosos Círculos de las Cosechas, el Parque Nacional del Timanfaya estaba ya muy cerca.
Timanfaya
Si probablemente nunca has visitado Lanzarote, o incluso si no sabes ubicar este Parque Natural en la geografía española, seguro habrás oído hablar de él, ya que es de esos nombres que no se olvidan fácilmente.
Este Parque, como dije anteriormente, fue fruto de varias erupciones (las más importantes de la isla) acaecidas entre 1730 y 1736 y las de 1824, que cambiaron drásticamente la morfología de la isla por completo.
Alrededor de una cuarta parte de la isla quedó prácticamente sepultada bajo un grueso manto de lava y ceniza.
El malpaís que se puede visitar es íntegramente lo que la lava de los volcanes configuró a su paso, a excepción del área edificada en el Islote de Hilario y la pequeña carretera por la cual únicamente pueden circular autobuses (guaguas en canario) que tendrás que utilizar si deseas (algo que casi obligaría) hacer la visita por las llamadas Montañas del Fuego.
El resto es Naturaleza pura, disfrazada de pasado en una amalgama de colores, formas e incluso olores de carácter distintivo.
El tour en bus cubre 14 km diseñados por Jesús Soto y se denomina Ruta de Los Volcanes (de unos 40 minutos de duración) y es literalmente un paseo por la Luna sin salir de la Tierra.
Destacar (primero de todo) el color de la carretera, perfectamente mimetizada con el entorno. Podrás apreciar cómo, de forma casi contra natura, existen pequeños brotes de vegetación (además de líquenes) emergiendo en el malpaís, además de cómo se ve un cráter de un volcán a escasos metros.
También podrás observar las diferentes e inigualables siluetas esculpidas por la lava centenares de años atrás, todo amenizado con una cinta audio-guía en el propio autobús.
En ella aprenderás que la escasa fauna existente en el Parque se compone de escarabajos, grillos y poco más, que puede haber unas diferencias de 20ºC entre el día y la noche (algo que en una isla canaria es muy complicado de ver), que el epicentro del cataclismo volcánico fue el denominado Macizo del Fuego…
A la conclusión del recorrido, que se antoja corto, se llega al islote de Hilario, donde aún se puede entretener la vista y el alma con otras 3 posibles ideas:
♥ presenciar en vivo la ejecución de un arbusto por parte del crepitante calor interno de la tierra (que según cuentan alcanza los 600ºC a una profundidad de tan sólo 10 metros) formando un pequeño fuego en una cavidad del terreno.
♥ presenciar el mismo efecto térmico, esta vez siendo el agua la víctima, formando un géiser de una altura más que considerable.
♥ y por último, una visita al famoso Restaurante El Diablo (1970), donde, por obra y gracia de César Manrique, se pueden degustar carnes cocinadas por el propio calor natural que brinda la tierra bajo nuestros pies.
Como el propio artista manifestó en uno de sus escritos: «Lo único que intento lograr es asociarme con la Naturaleza, para que ella me ayuda a mí y yo ayudarla a ella».
Una experiencia me atrevería a decir única en esta maravillosa orbe en que habitamos. Si, por el contrario, no deseas comer allí, de igual modo puedes presenciar el «grill» con el que cocinan esas carnes.
Un pozo sin fondo que nos lleva a las entrañas de nuestro planeta Tierra. A su lado encontrarás una tienda de souvenirs.
Horarios: del 1 de octubre al 30 de junio –> 9-17:45 todos los días (última visita a las 17h).
Del 1 de julio al 30 de septiembre –> 9-18:45 todos los días (última visita a las 18h).
Horario recomendado: 9-11 y 15-17 (9-11 y 16-18 en verano). Este centro es el más visitado de la isla, y casi siempre hay largas filas de coches esperando a entrar. Recomendaría visitarlo en las horas anteriores. El tiempo de espera en mi caso fue de alrededor de 30-40 min, en Febrero, un lunes y llegando a las 11. Las colas en temporada alta y en otro horario no recomendado pueden ser de varias horas (no en vano cuenta con casi 1 millón de visitas al año).
Precio: 9 € sin bono.
Cuenta con aseos y aparcamiento (en el islote de Hilario).
Wifi gratis.
Fue tiempo de dejar atrás el recuerdo imborrable de este genial Parque Natural y proseguir el camino hacia el sur, siguiendo la costa oeste de la isla.
Mi siguiente destino era El Golfo, y continuar dirección sur hacia Los Hervideros y posteriormente las Salinas de Janubio, pero un error al tomar la carretera correcta me desvió del itinerario.
Por tanto, realicé el camino en orden contrario. Esto me llevó a parar ante una puerta metálica a mano izquierda de la calzada (representado en la siguiente imagen por el círculo pequeño), desde donde se tiene una gran vista de las Salinas y de la Laguna de Janubio, para posteriormente parar en el mirador (círculo grande en la imagen), desde donde las vistas son aún mejores.
Salinas de Janubio
Estas salinas continúan a un gran rendimiento hoy en día y es interesante observar la diferente gama de colores que poseen, dependiendo de la cantidad de agua que contengan.
Es una de las zonas húmedas salineras más importantes del mundo, extendiéndose sobre unas 45 hectáreas. El resultado es una sal natural, ecológica, sin conservantes ni aditivos, 100% marina (del Océano Atlántico).
Los Hervideros
A pocos metros de allí se encuentran Los Hervideros (os resultará sencillo encontrarlos, ya que las señalizaciones en carretera son muy buenas), cuyo nombre proviene de la fuerza con la que el mar sacude las oquedades en las piedras de la zona llamadas «bufaderos».
Éstas poseen formas y tamaños realmente únicos, y el recorrido está acondicionado para no perder detalle. Verdaderamente, es un real espectáculo ver semejante encuentro entre mar y tierra.
Aquí es donde inmortalicé mi actual foto de perfil en reder sociales 🙂
Después de unas cuantas fotos para el recuerdo, la siguiente parada es allí mismo, a unos cuantos cientos de metros más, donde descansa el bonito pueblo de El Golfo.
Allí, en la entrada, encontrareis el Restaurante «El Siroco», punto de partida de un especial regalo para tu vista.
El Charco de los Clicos
Caminando paralelamente a la costa por un perfectamente reconocible sendero a gran altura encontrarás la belleza del mar muriendo en la orilla a tu derecha, para posteriormente girar 180º tu cabeza y deleitarte con las diferentes tonalidades negras y rojizas de las rocas y de la arena allí presentes.
Sólo por ello ya sería interesante la parada, pero si además añadimos lo que se ve al final del sendero, resulta una visita imprescindible: una laguna de un color verde muy especial, ubicada en medio de un antiguo volcán que se vio rodeado por las coladas de lava de la erupción de Timanfaya.
Éste se encuentra en el litoral donde con más fuerza bate el mar (que se lo pregunten a los Hervideros), y con el paso del tiempo la acción erosiva del mar ha seccionado el volcán por la mitad, encontrándose semi-sumergida la otra mitad en el mar, inundando gran parte de su interior.
Con el tiempo, la fuerza del mar ha ido arrastrando cantos rodados a la orilla, hasta formar una playa, de arena volcánica de color negro puro. Allí detrás se formó la laguna, cuyas aguas se filtran desde el mar.
De varios metros de profundidad (aunque a simple vista no lo parece), color verde esmeralda intenso, destaca entre el negro de la lava y el azul del Atlántico. Se la conoce como Charco de los Clicos, debido a mariscos comestibles que hace tiempo habitaban la zona. El color verde procede de las poblaciones de microorganismos que lo habitan.
Decir que no podrás ver la laguna de cerca, tan sólo desde lo alto del sendero, pero aún así es una magnífica experiencia.
En la siguiente imagen podréis ver este sendero desde el restaurante «El Siroco» y la otra alternativa a la visita de la laguna, que originalmente era mi primera opción de visita, ya que se llega más cerca, pero la carretera estaba cortada:
Playa del Papagayo
Eran sobre las 3 de la tarde y llegaba el momento de ir al último punto turístico del viaje: la Playa del Papagayo.
Así que tomando dirección sur y deshaciendo mi anterior recorrido llegué a Femés, donde en vez de subir al mirador decidí seguir hacia el sur para aprovechar más tiempo los rayos de Sol que me ofrecía aquel lunes Lanzarote.
Llegando a una gran rotonda en la Avenida Femés, un poco antes de entrar en Playa Blanca, comienza una carretera que va a parar directamente a mi objetivo.
Qué decir de esta carretera de tierra y piedras, un castigo para el coche y la paciencia, pero el hecho de saber que hace no mucho no existía forma alguna de llegar a esta playa hace que la queja caiga en el olvido.
Después de 20 min a ritmo muy lento se llega a una bifurcación donde podrás percibir que existen varias playas más: Playa Mujeres, Playa del Pozo, Caleta de San Marcial, Caleta del Congrio y Puerto Muelas.
En mi caso, continué dirección Playa del Papagayo y, después de pasar la ligera tormenta, vino la eterna calma: un monasterio de paz, belleza, alegría y color que me regaló la isla aquella tarde.
Esta playa (que también podría ser llamada caleta) es una verdadera maravilla. Enclavada entre dos riscos de cierta altitud, de arena blanca y mar tranquila, sus aguas turquesa le dan el toque paradisíaco que posee.
Pocos metros de playa, sumados al poco número de personas que allí se encontraban, y con el casi seguro sol de Lanzarote, es un lugar de relax y disfrute.
Ciertamente hay otras zonas tales como la Caleta de San Marcial o Playa del Pozo, que son menos concurridas aún, aunque no de tanta belleza, pero son un lugar exquisito para la relajación y la quietud.
Después de unas pocas horas, el sol se depositaba lentamente en el mar en lontananza. Era momento de partir, no sin antes tomar unas cuantas estampas de semejante enclave. Las palabras de Manrique resonaron en mi mente:
«Lanzarote es una isla para la meditación y la contemplación».
Y qué razón llevaba.
Una vez agradecido por esa magnífica tarde, marché de vuelta al hotel, donde preparé las cosas necesarias para partir de mañana hacia el aeropuerto.
DÍA 4: AEROPUERTO
El último día en esta preciosa isla me sirvió para recapacitar y valorar el lugar que inminentemente iba a abandonar. Me vino a la cabeza la amabilidad con la que se me trató en todo momento en el hotel, en la compañía de alquiler de coches, en la calle, en las zonas turísticas…
Me dio la sensación de que los habitantes de esta isla nos sacan unos años de ventaja a algunos de los de la Península en cuanto a respeto, tranquilidad, concienciación medioambiental y servicio al prójimo.
Si tuviera que definirlos de alguna manera, bajo mi experiencia, diría que son personas que te ofrecen soluciones, en vez de crearte problemas. Todo eso con ese acento, sonrisa y maneras típicos de la zona.
También pensé en la confianza que tienen con el resto de personas, incluso al dejar las puertas abiertas, algo difícil de concebir en algunos lugares del planeta.
Me puse a pensar en los puntos negativos del viaje (si es que había alguno) y sólo haciendo caso al lado meticuloso de mi ser, conseguí encontrar la poca iluminación nocturna en las carreteras y en determinados municipios, por citar alguno.
Esos municipios que, dicho sea de paso, están compuestos de casitas que preservan la tradición de la isla: muros blancos con ventanas y puertas verdes. Es alucinante cómo no encontrarás ni una casa sin estos colores tan llamativos, tan geniales, tan distintivos.
Pero si algo me llevé de Lanzarote, fue la lección que enseña a amar la Naturaleza. De nuevo unas palabras de Manrique vinieron a mi mente:
«Quiero dejar patente mi manera de sentir y de caminar por la vida, por creer que pudiera servir a todos los que se encuentran dentro de un concepto libre, constructivo y sano de la existencia, y defender a toda costa a este fascinante planeta en donde nos ha tocado vivir, por si les pueden servir de enseñanza las obras realizadas por mí, respetando profundamente cada latitud de la tierra, con sus propios materiales, con sus tradiciones, y agregando lo más sabio del progreso, sin romper la armonía del ambiente, y aplicar toda la sensibilidad y talento en todo lo que el arte puede intervenir, en todo lo que el arte puede soñar.»
Cuando volví en mí, me encontraba allí, en la cola de embarque (una vez devuelto el coche de alquiler), observando a los turistas irlandeses.
Hacía unos 20 grados, y se podía respirar su inquietud. Uno se desabrochaba la camisa, otra se abanicaba con el papel del vuelo, el otro lanzaba un suspiro…
En ese momento me acordé de que Irlanda me esperaba, de que seguía siendo Febrero y de que, aunque el Sol seguía existiendo en otras partes del planeta, volvería a la realidad en unas horas.
Pero la sensación final de mi estancia en Lanzarote no fue la de unas vacaciones cualquiera, sino la de haber estado cerca de casa, en un lugar donde sale el Sol, donde se habla mi idioma y donde los coches circulan por la derecha. Aunque, dicho sea de paso, ojalá todo lugar fuera tan especial como esta isla canaria.
Un placer escribir para ti, amig@.
Miguel Ángel
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(La foto de portada es en el Timanfaya, y no, no tiene photoshop. La tomé en el trayecto en bus por el espectacular recorrido que alberga el Parque).
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Muy interesante y creativo. Te vas mejorando como los grandes vinos. Enhorabuena de nuevo
Gracias Conchita por tu comentario y por el piropo!
Un abrazo!